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Carnaval de Málaga [WEB OFICIAL] - La Fiesta del Invierno Cálido
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En busca del Carnaval perdido... año 1979

Los primeros datos conocidos sobre actividades carnavalescas en Málaga, tras el fin de la dictadura, arrancan en el mes de noviembre de 1978 (1). Sucedió en una fiesta infantil de cumpleaños y disfraces en el domicilio del malagueño José Manuel Millán, quien, ayudado por una guitarra, recordó algunas coplas antiguas del carnaval de Málaga de los años treinta, que su suegro le había entonado esa misma mañana, motivado por el disfraz que su nieta preparaba para la fiesta. El auditorio lo componían Julián de la Maza y Ángel Romero.

De la reunión, surgieron los primeros propósitos encaminados a conseguir   la ayuda institucional necesaria para revivir la olvidada fiesta del carnaval, lo que les condujo a la peña Los Ángeles donde un hermano de Ángel Romero, José, era directivo y allí expusieron su intención al presidente de la entidad don Manuel Cortés Gallego, quien se entusiasmó con la idea, ofreciendo todo su ánimo y colaboración. La peña Los Ángeles se convertía así en el epicentro de la onda expansiva carnavalesca.

Podemos afirmar que, superados estos momentos iniciales, fue durante 1979 cuando se consolida el proyecto de recuperación de la fiesta del carnaval en Málaga. De tal manera que, será durante el primer semestre del año 1979 cuando José Manuel Millán Criado, Julián de la Haza y los hermanos Romero, inicien una serie de indagaciones para recopilar datos y poder difundir lo que, a la postre, serían los primeros carnavales tras cuarenta y tres años de ausencia. De este modo, a través de un mensaje lanzado en Radio Popular, instaron a toda persona que recordase datos, nombres y coplillas de los antiguos carnavales, a ponerse en contacto con ellos (2), además de decidir una visita al asilo para ancianos de Los Ángeles a fin de recabar cuantos retazos pudieran quedar en la memoria de nuestros mayores (3).

Ahora bien, inevitablemente, fue don Manuel Ocón Dueñas –afamado cuchillero del Pasaje Chinitas (4), quien les abrió las puertas del antiguo carnaval al promover en su taller una reunión de un grupo de viejos murguistas que recordaron con entusiasmo pasacalles, coplas y tonadas de aquellos años de la República Española, las cuales fueron recogidas en grabaciones por Millán, de la Maza y los hermanos Romero para, posteriormente, confeccionar un repertorio de coplillas. No fue una tarea fácil, ya que las discrepancias entre los veteranos murguistas surgían continuamente porque la misma copla era recordada de distinta forma por cada uno de ellos. Será sobre la base de estas coplas recuperadas como construirían un repertorio paralelo con temas actualizados.

De estos primeros contactos, sabrían de las diferentes denominaciones de las agrupaciones carnavalescas: murgas, comparsas y coros; y de este modo, decidieron constituirse en murga, ya que según las explicaciones recibidas, era la modalidad más popular y fácil de llevar a cabo, optando por denominarse LOS MAHOMAS, por tratarse de un disfraz sencillo, dado que los hermanos Romero eran originarios de Melilla, lo que facilitaba la adquisición de las prendas morunas. Aunque, la singular historia del nombre de la murga no quedaría ahí, ya que en los días previos a la primera actuación en la Peña Los Ángeles, sucedería que el rotulista del cartel anunciador escribió: “ACTUACIÓN DE LA MURGA LOS MAOMAS”. Esta supresión de la “h” no se rectificó y la murga añadió la coletilla (sin “h”). Definitivamente, la murga pasó a denominarse Los Maomas (sin “H”).

La murga, debido al desconocimiento general que sobre el carnaval existía, solía realizar unas explicaciones previas a su actuación sobre los antiguos carnavales, y dando a conocer cuándo una coplilla databa de los años de preguerra y cuándo era una versión actualizada.

Una de estas letras recuperada del año 1916 para la historia del carnaval, fue la que recoge la existencia de un trapero de calle Carretería llamado don Francisco Sarmiento, quien al parecer, tenía en la puerta de su tienda una gran cazuela, vieja y costrosa, que prestaba los sábados a su hijo que era campanero de la Catedral (5).                                              

LA CAZUELA

Esta gran cazuela
que aquí les presento
ha pertenecido a don Francisco
chupa sarmiento
un señor muy gordo
de Carretería
que hace mucho tiempo
tenía puesta una trapería
La cazuela tiene un misterio
que nadie conoce
la cazuela ha pertenecido
al siglo catorce
la cazuela es de Paco el curita
que era campanero
de la Catedral
se lavaba los pies de los domingos
y luego los lunes
hacia una fritá (6).

La murga utilizó la base de esta copillla para una nueva creación, en la que la cazuela sería sustituida por la política, un concepto más actual y acorde con la etapa de fines de los años setenta:

Esta melodía
que aquí les presento
está dedicada a la política
del momento.
Unos, contra el paro
otros, prometiendo
y la mayoría llaman a arreglar
a poner remiendos.
La política tiene un misterio
que nadie conoce
nos calientan el coco con ella
de día y de noche.
La política está paralítica
y a Carlos Haya
la vamos a mandar,
pues aquí sólo manda el paeo
la fuerza en el deo
y tres rollos más (7).

Con las primeras actuaciones de la murga, los resultados de sus   investigaciones y sus llamamientos a la participación, llegada la feria de agosto de ese año, Los Maomas (sin H) se convirtieron en la atracción de la misma con sus actuaciones gratuitas en las casetas durante todas las noches, llegándoseles a etiquetar, incluso, ¡como grupo folk! , haciéndose eco la prensa del afán investigador del grupo en su empeño de resurgir los carnavales (8).

En agosto de este año queda consolidada la murga Los Maomas (sin "H"). cuyos componentes definitivos fueron: José Manuel Millán, Ángel y José Romero, Francisco Jiménez de la Rubia, Antonio Aguilar y José Luis Gallardo Sarasua

El proyecto de recuperar para la ciudad sus viejos carnavales se cimenta aún más con el nacimiento de la segunda murga, en el seno de la peña Costa del Sol en el barrio de Huelin con el nombre de Claudio y sus senadores, bajo la dirección de Miguel González Arjona y estimulada por el presidente de la entidad don José Vega Luque, la cual hizo su presentación en la caseta que la peña tenía ubicada en el recinto ferial, también en agosto de 1979.

La murga Claudio y sus senadores nació influenciada por las actuaciones que Los Maomas llevaron a cabo por las peñas de la ciudad, si bien, la murga de Huelin asumió en sus coplillas, por un lado el carácter popular de los antiguos carnavales malagueños y,   de otro, el conocimiento que Miguel González tenía de los carnavales gaditanos, aportando fragmentos de repertorios de agrupaciones de Cádiz. Los miembros de la murga, que aludía en su disfraz a la popular serie británica de televisión Yo. Claudio, fueron Pedro Leiva, Francisco y José Morón, José María González, Bartolomé, Miguel Ángel Vega, Juan Andrés, José y Antonio León, Miguel González y Miguel Ripoll (9).

La murga refleja en una de sus coplillas el entusiasmo general de la ciudad ante el inminente proyecto de rescatar la fiesta del carnaval:

Claudio con sus senadores
y música del Bollero
quieren decirle dos cosas
a este pueblo malagueño.
Aunque jóvenes, queremos
conservar las tradiciones
y de ellas el carnaval
por muchísimas razones.
Todos los países tienen
un argot particular
y quitárselo supone
quitarle su identidad,
por eso queremos
que nos apoyéis
que haya carnavales
y los disfrutéis,
si pedimos juntos
se puede lograr
que todos los años
haya carnaval (10).

Es pertinente resaltar la alusión que se hace en esta copla a la figura de El Bollero, popular murguista de los años veinte y treinta del barrio del Molinillo y Capuchinos (11).

La murga, del mismo modo que los Maomas, desplegó a partir de su presentación la feria de agosto y hasta el carnaval 1980, incontables actuaciones por peñas de la ciudad: Los Rosales, Puerta Blanca, La Paloma, Montesol; en fiestas como la del personal del Cervezas San Miguel e incluso, ya a fines del año setenta y nueve, en el festival pro-carnavales de Málaga que se celebraría en la Sala Falla del Conservatorio Superior de Música, donde actuarían junto a Los Maomas y los grupos de danza de las peñas El Carmen, Puerta Blanca, San Vicente y Carranque; todo, como actos destinados a la propagación de la semilla carnavalesca en la ciudad, de la mano de uno de los más entusiastas carnavaleros, aún en activo, de la ciudad, Miguel González Arjona.

Igualmente, a fines del verano del setenta y nueve, nace la tercera de las agrupaciones de la ciudad, alentada por la murga Los Maomas, en el seno de la peña Los Angeles con el nombre de comparsa Blanca y Verde, y dirigida por Fernando Benítez Ortega. La comparsa se creó en la empresa donde Benítez trabajaba, animado por algunos de sus compañeros, ya que éste, natural de Cádiz y antiguo componente de agrupaciones gaditanas de aquella ciudad poseía los conocimientos necesarios para formar una comparsa. Prueba de esta circunstancia, es que aunque la agrupación nació amparada por la murga Los Maomas, Benítez optó por formar una comparsa según los cánones gaditanos, consciente de las diferencias entre ambas modalidades. Lo que contribuyó a que en un período de tiempo tan breve se produjeran las primeras divisiones en cuanto a estilos carnavalescos.

La comparsa Blanca y Verde estuvo formada por once componentes: López Valle, Eduardo Jiménez Gómez, Antonio Carrasco, José María García, José María Pérez Jiménez, Rafael Postigo Sánchez,   Miguel Gutiérrez, Antonio Espinosa, Antonio López, Antonio Garrido y Juan. El disfraz, (camisa verde, chaleco y pantalón blanco, y sombrero blanco y verde) aludía a los colores de la bandera andaluza, simbolizando el espíritu nacionalista que imperaba en aquellos años, como reflejo de la influencia que la sociedad tiene en la fiesta del carnaval, como una prueba más del claro conocimiento que tenía Benítez sobre la finalidad principal de un grupo carnavalesco.

A diferencia de Los Maomas (sin “H”), la fuente principal de letras y músicas, no estuvo (recordemos el origen gaditano de Benítez) en los antiguos carnavales de Málaga sino en repertorios de agrupaciones gaditanas.

Gracia y salero de Andalucía
cantando coplas de carnaval
y algunas palmas por bulerías
las que secundan este cantar.
Gracia y salero, viva Málaga la bella
recuerdo del mundo entero
y para bordar este día
que veáis gracia y salero de Andalucía.
Viva el vino moscatel
y sus mujeres con gallardía
la Bandera blanca y verde
orgullo de Andalucía (12).

(Comparsa BLANCA Y VERDE, 1980)

Es conveniente subrayar la influencia que en posteriores años tendrá este hecho en el desarrollo y el hacer de los grupos malagueños, en cuanto a técnicas de afinación, instrumentación, elaboración de las coplas... Lo que retrasará la impregnación de un auténtico sello malagueño a la fiesta, aunque por otra parte, acelera la incorporación de calidad en las agrupaciones. Luego habrá que esperar hasta los años 1982 y 1093 con la incorporación de agrupaciones de Álora y Fuengirola respectivamente, para que se observen nuevas tendencias (musicales y de afinación) en la modalidad de comparsa en Málaga.

Paralelamente al nacimiento de las agrupaciones ya citadas, surgía en la ciudad un sentimiento común y generalizado, favorable a la fiesta del carnaval que tuvieron su reflejo en todas los estamentos sociales. De tal manera que en setiembre del setenta y nueve, aparece un artículo de D. Enrique Del Pino Chica en Diario SUR. titulado "Hablemos del Carnaval de Málaga" (13). En él, Del Pino arremete contra los primeros detractores de un carnaval aún no reconocido oficialmente, y que (según el articulista) su posible recuperación enriquecería el "monto cultural de la ciudad" (14). En el artículo, se alude a la generación de malagueños nacida en la postguerra,   ignorante de toda manifestación carnavalesca, a quienes se dirige mostrando las diferentes fases de la historia del carnaval en Málaga hasta la II República -y sus dos carnavales paralelos:   el de la burguesía malagueña y el del pueblo llano (15)-.   Defendía, asimismo, la idea de que la recuperación del carnaval sería una oportunidad inmejorable para examinar la tolerancia de una Málaga que, al igual que el resto del país. se incorporaba a la normalización de la libertad que implicaba la democracia.

Inevitablemente,   los   ecos   del   carnaval   llegaron   al Ayuntamiento, donde gobernaba desde las elecciones del tres de abril y gracias al apoyo del PCE al grupo del PSOE, don Pedro Aparicio Sánchez, quien no dudó en su colaboración, tal y como se comprometió en el primer acto institucional pre-carnavalesco celebrado el martes once de septiembre en el Pub Pepeleshe (16).

En efecto, la histórica jornada se inició al mediodía del once de septiembre hablando de carnaval y concluyó con la afirmación por parte del alcalde Aparicio de la organización de los festejos del carnaval de 1980. Pepeleshe se dieron cita, el grupo de poetas Banda de Mar, los miembros de la asociación pro-tradiciones malagueñas La Corachay una pléyade de mandatarios de la ciudad tales como el presidente de la Diputación Provincial Enrique Linde, Delegado del Ministerio de Cultura, presidente del Patronato provincial de turismo, etc.

De este modo definió Julián Sesmero el acto, en su crónica de Diario SUR: “Fue una reunión cachonda y divertida en la que cada cual caminó por las sendas de su inspiración o de su compromiso” (17). Fue Enrique del Pino el encargado de abrir el evento con una lección sobre el carnaval en general que anteriormente había reflejado en su artículo citado. Luego, fue presentada la comparsa Pepeleshe, dirigida por Luis Melero, que entonaría un repertorio de coplillas a modo carnavalesco:

En la Marina aparcarán los coches
junto a las caracolas debajo del mar
la gente dice que acabarán las obras
cuando toítos [sic] los burros consigan volar.

Acto seguido a la actuación de la comparsa Pepeleshe, fueron los poetas de la revista Banda de Mar, quienes leyeron un manifiesto acerca de las propuestas literarias de Arcipreste de Hita en la Edad Media, la existencia de la risa, la ironía, y del canto satírico de don Carnal. Finalmente, los mandatarios malagueños tomaron la palabra ofreciendo su colaboración, cada cual desde su parcela, destacando el compromiso del Delegado de Cultura para la edición de un disco con la coplillas de la comparsa Pepeleshe, y el propósito de Aparicio de elevar el carnaval al “mismo rango que las fiestas populares de agosto”. Como conclusión, el titular de la crónica de Sesmero: “Todos de acuerdo. Es posible la organización de los carnavales de Málaga”.

El análisis de todos los datos que poseemos sobre este primer carnaval, nos lleva a reflexionar sobre su curiosa forma de resurgir, dado su carácter familiar y no institucional; la rápida formación de grupos (si se compara con fenómenos parecidos en otras ciudades); la intuición generalizada de rememorar los antiguos carnavales, quizá por influencia de los comentarios orales de la generación que sí había vivido el esplendor de los carnavales de principios de siglo; y la temprana influencia del vecino carnaval gaditano. Igualmente, cabe intuir un cierto aire de “inversión política rentable” en torno al carnaval por parte de los recién llegados ediles y mandatarios locales, ya que suponía apostar por un símbolo inequívoco de progreso y libertad, valores muy ansiados en la etapa de fines de la década de los setenta.

Del libro: Málaga, Carnaval 1979-1983 de José Miguel Morales y David Delfín

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